lunes, 27 de marzo de 2023

Crónica: De Villardiegua a Miranda do Douro

Mañana tranquila, varios autobuses en Mirat, por fin el nuestro, desplazamiento tumultuoso hacia puerta y bodega.
En el interior el murmullo dominical, acallado por la verificación de los presentes.
La carretera hacia Torregamones está desierta, con plenitud de luz y algunos bancos de niebla; en un plis plas nos presentamos en el mesón que todavía con la verja cerrada nos espera.
Café, tortilla, bollo… en conversación familiar o en la vista puesta en la aleonada mimosa con su encarnado R-4.
El autobús nos deja en Villardiegua sorteando los obstáculos de sus estrechas calles.
Saludamos la cabeza zoomorfa con sus 13 dextrógiros rayos, pasamos al lado de la Iglesia custodiada por la Mula, que no se inmuta a pesar del gentío que la rodea.
La calle Corredera que atraviesa el pueblo es un conjunto de casas graníticas y vallados típicos de piedra; la seguimos hasta la moza-palo que nos despide sonriente según tomamos el GR-14.
Pista de tierra donde el grupo se ensancha en conversaciones y miradas.
Nos encontramos con el arroyo Puntón o Pontón al que acompañamos hasta su caída al Duero.
Ahora en camino es una alfombra suave, húmeda y verde; y el arroyo un agua fluida con reflejos, yerbas y flores que lo navegan, permaneciendo en nuestras pupilas la serenidad de la mañana.
Llegamos a una encrucijada de pistas. La primera parada en el yacimiento romano donde las cazoletas en la piedra todavía resuenan en busca del codiciado metal.

Nos encaminamos a la Ribera de los Molinos, con la meta en el mirador al Duero donde descansamos al sol. Ahora nos toca subir lo bajado, entretenidos con los molinos, sus piedras y ruedas, su oscuridad interior y los carteles fábulas.
Nuevamente en la encrucijada, eso sí… sin Esfinge, tomamos el Camino de Rita el Ciervo, que es continuación GR-14 hacia Peña Redonda: pasamos por la planta de la ermita, nos encaminamos al mirador al Duero y palmoteamos la solitaria mole rocosa con su santuario.
Bajada libre para retomar el camino, cruzamos el puente del arroyo Fenoya y con una leve subida cruzamos la portela, entrando en zona de encinas, que abandonamos por un senderito hacia el Bolo da Torta… el calor se torna compañero de camino.
Nuevamente vemos el Duero y buscamos, entre bajada y subida, el frescor de la cueva de la Palla de Valcuevo.
Decidimos parar a comer en los Chiviteros, unos buscando la sombra y otros el sol… alguno hasta lo tomó a pecho descubierto.

Afrontamos la última etapa de la ruta, un sendero entre alambradas, campos marrones y amarillos, cielos azul intenso y algún tapete verde. La calzada mirandesa en sinuosas curvas nos muestra y oculta nuestro destino, Miranda do Douro.
Pero antes nueva subida hasta los restos del Fuerte Nuevo de Torregamones, donde apreciamos la planta de lo que fue y su dominante vista de la zona.
Deshacemos lo andado y, en una zigzagueante y abrupta bajada, la carretera nos recibe en la antigua Aduana de Torregamones con el autocar listo para acercarnos a Miranda.
Que como Zamora, no ganamos en una hora, pero nos sirvió de distracción y refresco.
Y con la puntualidad esperada llegamos a Salamanca.

Fotografías de Francisco Labrado (vídeo) y José Luis García (vídeo y track).

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