La jornada apuntaba bien. Las previsiones meteorológicas eran estupendas, sin gota de lluvia y con una temperatura ideal para caminar. Ambos factores eran determinantes para el buen desarrollo de la ruta sobre todo si tenemos en cuenta que en febrero no llegamos a coronar el puerto porque el arroyo había invadido el pedregoso camino de ascenso y que en la previa del 4 de marzo fuimos pisando nieve hasta la cima.
Una vez que habíamos salvado este aspecto aún teníamos otro condicionante para que la ruta no perdiese su atractivo: el momento en que se produciría la floración de los cerezos. Este es imprevisible a largo plazo. En octubre, cuando propusimos la ruta, barajábamos varias fechas y finalmente nos decantamos por el primer fin de semana de abril, no sin antes preguntar a cuanto cerecero conocíamos (si bien ninguno se atrevía a dar una fecha con garantías).
A las 8 de la mañana salimos hacia Gargantilla. Poco más de una hora después paramos en el área de servicio de Ambroz dónde tomamos el café mañanero y nos calzamos las botas. Pasadas las 10 ya estábamos en marcha y emprendíamos la ascensión al Puerto de Honduras animados por los cerezos del Ambroz que no serían más que un aperitivo de lo que nos esperaba más adelante.
El ascenso era duro pero se desarrolló sin incidencias. Las habituales paradas de reagrupamiento las aprovechábamos para la charla y la socialización ya que la exigencia del camino dificultaba la conversación. Eran estos también momentos para tomar fotografías de los paisajes y pueblos del Ambroz que íbamos dejando atrás.
Una vez en la cima del Puerto de Honduras había que tocar la campana que allí se encuentra y también sacar la foto de grupo en el monumento al montañero.
Cómo íbamos muy bien de hora iniciamos el descenso al Valle del Jerte antes de comer, parando a reponer fuerzas a orillas de la Garganta de la Luz, donde algunos disfrutaron enormemente refrescando los pies en sus cristalinas aguas.
Tras la comida cruzamos un robledal y entramos en el término de Cabezuela del Valle donde pudimos contemplar la floración de los cerezos del Jerte en su máximo esplendor. Caminamos durante varios kilómetros por pistas que atravesaban fincas y bancales cubiertos de flores blancas que también pudimos ver durante la vuelta en el autocar por el Puerto de Tornavacas.
Fotografías de Carlos de Dios, Francisco Labrado (vídeo) y José Luis García (vídeo y track).
