El domingo 19 todo estaba previsto para disfrutar de un plácido y tranquilo paseo de 22 kilómetros por pistas forestales, nada de cortafuegos, a la sombra de la Sierra de Gata Norte. Dificultad baja-baja la calificaban los guías Floren, natural de Martiago, y Ángel, de la vecina comarca del Rebollar. El sendero transcurre por el inmenso robledal de la comarca de Agadones que enlaza hacia el oeste con los bosques rebollarinos y portugueses.A media mañana sonaron las alarmas, una llamada de Floren desde Martiago advertía que se preparaba una cacería batida de jabalí en la zona por la que proyectábamos nuestra salida. Se había enterado por el tam-tam de las barras de los bares. Lo que nos da una idea de cómo se planifican en nuestra provincia y se notifican a la opinión pública actividades tan peligrosas e incompatibles con el disfrute de la naturaleza por todo aquel ciudadano que no sea aficionado a matar mamíferos salvajes.
Aún así, y tras consultar con el Servicio de Medio Ambiente, decidimos salir a ejercer nuestro derecho consagrado en la Constitución de libre circulación por caminos públicos. La mañana era maravillosa, el sol y la temperatura eran los que habitualmente solemos encargar para nuestras caminatas.Tras unos dos kilómetros por paisajes de cereales con una espectacular vistas a los contornos de la sierra de Gata con las Bollas Chica y Grande presidiendo nuestro paseo, nos adentramos en el bosque de robles y de pinos. Las setas que bordeaban el sendero eran una provocación para los caminantes que incitaban a transgredir la normativa y recolectar sin permiso boletus, amanitas cesáreas y algún níscalo prematuro.
El bosque autóctono del Campo de Agadones es uno de los mejor conservados de la provincia y por eso el guía Floren estaba fuera de si mostrando a los urbanícolas su paraíso particular.
En medio del éxtasis los primeros disparos se dejaron oír en la lejanía. Poco a poco se fueron sintiendo más cercanos hasta que al borde de un camino un cazador con un rifle automático, contrariado, comenzó a ponerse nervioso y tras un tenso rifi-rafe decidimos cambiar nuestra ruta, sabedores de nuestro derecho a circular y de la prohibición de los cazadores de apostarse junto a los caminos públicos. Dicen que los cementerios están llenos de gente que tenía la preferencia, así que modificamos nuestro plan y giramos hacia el oeste para llegar a la zona prevista para la comida por un camino alternativo. Con todo el rodeo aumentó en 3 kilómetros la distancia inicialmente prevista.El regreso a Martiago, un poco más largo de lo previsto y disfrutando de un bosque impresionante, nos permitió desquitarnos en las terrazas del pueblo a base de cervezas, refrescos y sobre todo disfrutando de la conversación con los lugareños.
Fotografías de Luixi Manchado, Alberto Hernández, Alfredo Domínguez, Francisco Labrado y Florencio Rodríguez (grupo privado en facebook).







