Como era de esperar, dada la ya acostumbrada responsabilidad de los senderistas, a las ocho y un minuto pudimos iniciar el viaje hacia Segovia. Aunque las previsiones meteorológicas y la realidad del momento nos hacían presagiar un día probablemente pasado por agua (lo peor para un senderista) sin embargo, cerca de Segovia, la lluvia bajó y el ánimo se elevó, llegando a buena hora, poco después de que dieran las diez.
Repartidos por los tres bares de la zona, se agilizó el trámite del café, de manera que a las 10:45 coincidiendo con el horario previsto, pudimos iniciar la ruta. Tras una corta y suave subida estábamos en los Altos de la Piedad, donde pudimos tener una primera vista, desde lo alto, de la cara sur de Segovia, de dcha a izqda: Guadarrama, los cipreses del cementerio, el acueducto, alguna iglesia, la catedral.
Interesante, la cosa prometía más, así que seguimos hacía la zona de pinares, que los segovianos, con buen criterio, denominan El Pinarillo. Nuevas perspectivas y un par de miradores, "El último Pino" y el del Alcázar desde el que destaca su afilado extremo oeste semejando una proa surcando los valles del Eresma y el Clamores, con el Monasterio de El Parral, la Casa de la Moneda y la Iglesia de la Veracruz al fondo. Más tarde veríamos estos miradores desde enfrente.
Siguiendo la ruta nos alejamos ligeramente de la ciudad y junto a campos de labor ver, quién llegó a tiempo, un grupito de corzos pastando en el rastrojo y quién se fijó, las torres de la Catedral y del Alcázar pareciendo surgir de la tierra. Hacia el sur, entre las nubes, se podían intuir la Mujer Muerta y Siete Picos. Quizás demasiada panorámica, así que mejor descender un poco para ponernos a la altura del Eresma y después de ver desde el puente de madera sus escasas y cristalinas aguas, lo seguimos a contra corriente hasta llegar al puente y arco, junto a la Fuencisla. Buen sitio para la "hora del plátano". Pasamos por la muy fotografiada pradera bajo el Alcázar y seguimos por el Valle del Clamores, para subir hasta la base de la muralla recorriéndola durante un tramo, pasando por el anfiteatro que es un gusto mirar por su exuberante vegetación con los pinos al fondo.
Rodeamos la explanada del Alcázar, único tramo de la ruta que compartimos con otra gente, pero enseguida volvimos a la tranquilidad bajando por la Cuesta de la Zorra hasta llegar al pequeño Barrio de San Marcos, de ahí a la dodecagonal Iglesia de la Veracruz y tras contar sus lados coger el Camino de los Asombros, sendero a media altura para contemplar Segovia desde abajo, ahora por el lado norte, con abundante arbolado a nuestros pies.
Llegamos al Monasterio de El Parral y nos dirigimos a la Casa de la Moneda a la que había cierto entusiasmo por llegar, dado que se iba haciendo la hora de comer y el sitio era el adecuado. Gracias a la coordinación con la encargada del restaurante, acondicionó el espacio para que pudiéramos estar todos sentados mientras comíamos pinchos con la cerveza y dulces con el café.
Descansados, alimentados e hidratados visitamos someramente la ceca segoviana y alguno de sus ingenios, para afrontar seguidamente el final de la ruta. Agradable y tranquilo paseo por la Alameda del Eresma hasta llegar al inicio de la corta Ruta de los Molinos. Ahí se ofreció la posibilidad de hacerla o ir directamente a la plaza del singular Barrio de San Lorenzo donde, junto a su bella iglesia de estilo románico-mudéjar, nos reagrupamos para seguir hacia el acueducto y en la Plaza del Azoguejo dar por finalizada la ruta. En total unos 16 kilómetros, en 6 horas incluidas paradas.
Acordado que el autocar saldría a las 18:45 se dejó tiempo libre para que cada cual paseara por la ciudad a su gusto, añadiendo algún kilómetro más los andados. A la hora indicada iniciamos el regreso a Salamanca llegando sin novedad, habiendo disfrutado de un agradable día.
Fotografías de Sara Pascual, Tomás Rubio, Pablo Alonso Pardal y José Luis García (vídeo y track).
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