lunes, 14 de mayo de 2018

Crónica anunciada de un paseo por los Arribanzos de Villadepera

A estas alturas de lectura, ya os habréis dado cuenta que el título no es sino una imitación, para tratar de atraer el interés del posible lector.

Siendo famosas alguna crónicas (políticas, deportivas e incluso de eventos artístico-musicales) escritas previamente al acontecer de los acontecimientos, esta crónica es una auténtica crónica, porque como su nombre viene a indicar, está escrita después de que los hechos descritos tuvieran lugar. Anunciada, porque recoge hechos más o menos avanzados en la propuesta y comentados en el autocar.


La responsabilidad de los y las participantes nos permitió salir a la hora prevista, el buen hacer del conductor y el utilizar (según google) la ruta más rápida (a la vuelta comprobamos que se tarda unos diez minutos menos por la no tan rápida), llegamos a Villadepera con unos minutos de adelanto sobre lo previsto, lo que permitió compensar la escasez de infraestructuras pudiendo comenzar a caminar a una hora estupenda, diez de la mañana, evitando la calor mientras íbamos calentando.


Partimos de Villadepera hacia Peña Blanca (nombre que dependiendo de la hora y desde donde se mire puede parecer engañoso), monolito sorprendente que crece como una estaca junto a la orilla del rio Duero y que por caprichos de la erosión permite pasar la luz a su través. Sin perder de vista los arribanzos del Duero, tras tomar un tentempié a la fresca sombra de las encinas, llegamos al mirador de Peña Centigosa desde donde disfrutamos de una estupenda panorámica del puente Pino/Requejo. Descendimos al molino del Cubo (así llamado por su forma y por el regato que lo alimenta). El primer día de calor de la temporada, pilló por sorpresa a algunas personas que prudentemente y no teniendo pérdida optaron por regresar al pueblo directamente o refrescarse junto al arroyo de La Santa. El resto continuamos caminando entre encinas, escobas, robles y fresnos hasta llegar a la sombra de unos chopos donde sobre la verde hierba pudimos recuperar fuerzas para afrontar la última parte de la ruta del día, el espectacular cortado de los Pueyos, donde la roca cae, algunos cientos de metros, vertical sobre el rio. Por estrecho sendero, al principio un tanto perdido por la hierba crecida en los últimos días, siguiendo el Duero a contracorriente regresamos a Villadepera con tiempo suficiente para recuperar líquidos y sales.


Día primaveral en el que el calor nos sorprendió, sin por ello impedirnos disfrutar del esplendor del campo, del frescor de la todavía tierna y verde hierba, de la variedad de flores, blancas, amarillas, moradas, rojas, en pleno apogeo los ramos de gamonitas, los olores de las plantas aromáticas, los trinos y vuelos de diferentes aves y recrearnos con las encinas centenarias, con el Duero como telón de fondo.

Fotografías de Pedro Martín y Ángel Hernández. Track de José Mª Sánchez.

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