lunes, 12 de noviembre de 2018

Crónica: por los tesos del noroeste salmantino

Salimos de Salamanca descansados. El cambio de horario nos había regalado una hora más de sueño. Dos jovencitas habían perdido el autobús de su marcha y unos socios nos preguntaron si podían acompañarnos. Como estábamos bien dispuestas, aceptamos. Y con ese estado de ánimo el autobús partió a la hora prevista.

El sol alumbraba los campos brillantes de escarcha, posiblemente la primera escarcha del otoño. Paramos en Vitigudino a desayunar y, como todo el mundo fue muy puntual, comenzábamos el ascenso al Teso de Peñahorcada por una pista asfaltada cuando el reloj daba las diez de la mañana.

Dejamos las mochilas en el autobús y las recuperábamos a las 11 en punto. En la cima del Peñero el sol nos mostraba Portugal desde Freixo hasta la Sierra da Castañeira. También pudimos contemplar Vilvestre, Mieza, La Zarza, Aldeadávila, Pereña, Cabeza del Caballo, Barruecopardo y El Milano. Allí nos hicimos un par de fotos del grupo para enviar al teniente alcalde de Cerezal que nos las había pedido.



Descendimos por una senda a través de un pequeño robledal y, después de recuperar las mochilas, nos dirigimos por una pista al Puente Robledo. Nos encontramos algunos cazadores con sus perros y, cuando nos acercábamos a nuestro destino, Luís nos salió al encuentro. Fue él quien nos mostró el tramo entre Puente Robledo y los Pontones de Porto Viejo y esta mañana acababa de hacer la ruta desde los Pontones para asegurarse de que no corríamos peligro.

En Robledo vimos el nido de la golondrina daurica, uno de los regalos de la marcha. También contemplamos la inscripción en piedra del año 1629 para dejar constancia hasta dónde llegó la crecida del rio. Y fue a la orilla del Uces donde tomamos el tentempié de la mañana.



Bajo la sabia dirección de nuestro guía atravesamos una finca para acercarnos al Arroyo Valcerezo. Había vacas que salieron espantadas ante la presencia de este grupo multicolor invadiendo su territorio. Hacia frío pero era agradable descender el arroyo con esta temperatura y, cuando ya lo habíamos cruzado paramos para comer a la orilla del Uces. Allí nos granizó un poco, pero todo quedó en susto. Ni siquiera el tiempo se atrevió a estropear un día que estaba resultando maravilloso.

Con fuerzas renovadas, iniciamos el ascenso hacia el Teso de Cabeza Rasa desde donde contemplamos Cabeza del Caballo, Fuentes de Masueco, La Peña, Pereña y, por supuesto, Portugal.


Y ahora solo quedaba un agradable paseo hasta Masueco por caminos flanqueados por paredes centenarias y contemplando un paisaje moteado de chozos o casetas, como se las llama en el pueblo. Llegamos al Teso de los Castaños felices y descansados porque el trayecto de Cabeza Rasa a Masueco es muy cómodo. Echamos un vistazo a la Casa de las Bombas, contemplamos por último algunos de los pueblos de la penillanura a los que ya hemos hecho referencia, así como el pueblo de Masueco a nuestros pies, y descendimos en busca de esa cervecita que nos teníamos merecida. Sé que algunos pudieron contemplar como extra una hermosa garza y águilas perdiceras pero, estoy segura, que todo el mundo regresó a Salamanca con la sensación  de haber conocido la provincia un poco mejor y de haber pasado un día maravilloso. Y con ese bagaje abandonamos Masueco a las 6 de la tarde. La caminata no pudo ser mejor.

Yo, al menos, así lo percibí  gracias al buen ambiente que reinó durante la marcha, así como a la colaboración de todos para que el día acabara siendo un regalo más de los que nos tiene acostumbrados el grupo Anda Ya.

Teresa Egido.



Fotografías de Elena Martínez.

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