lunes, 5 de junio de 2017

Crónica: de Villafranca de la Sierra a Navacepedilla de Corneja

Después de tomar el café en Villafranca de la Sierra y sin salir del pueblo nos fuimos a ver su plaza de toros, una de las más antiguas de la Castilla y León, de 1850, y  aunque está muy deteriorada y abandonada nos sorprendió su estructura que se asemeja a un pequeño anfiteatro romano.

Comenzamos a andar por la ribera del Corneja y nos fuimos encontrando las ruinas de los 21 molinos que funcionaron entre los siglos XVII y XIX, pasamos por el anejo de La Ribera, que llegó a tener escuela en el año 1945, aquí vivían los molineros y sus familias, ahora sólo viene gente a pasar fines de semana y verano.



Siguiendo el río y viendo la vegetación recuperada por estas últimas lluvias, llegamos al Molino del Tío Alberto, único que queda en pie, y rehabilitado por la Diputación, hicimos una paradita para poder ver todas sus dependencias.

Seguimos camino hasta Navacepedilla, aquí nos dividimos, unos con Vega y Alfonso, que ya nos estaban esperando, y otros continuaron la marcha hasta Garganta de los Hornos, anejo del anterior, está muy bien conservado y habitualmente viven sólo dos personas. En esta parte de la marcha vimos otro molino en buen estado, que se usa como vivienda.



Vega y Alfonso nos dieron varias lecciones sobre pájaros y naturaleza que resultaron muy interesantes y entretenidas.

Hemos visto unas cuantas aves, entre otros: Curruca Capirotada, Petirrojo, Águila Calzada, Cuco, Mosquitero Papialbo, Zarcero, Oropéndola, Golondrina Dáurica, Golondrina Común, Avión Común, Verdecillo, Verderón, Pinzón, Colirrojo Tizón y alguno más.

Oda A Mirar Pájaros
Pablo Neruda

Ahora, ¡a mirar pájaros!
Las altas ramas férreas en el bosque, la espesa fecundidad del suelo.
Está mojado el mundo: brilla lluvia o rocío un astro diminuto en las hojas.

Fresca es la matutina tierra madre,
El aire es como un río que sacude el silencio,
Huele a romero, a espacio y a raíces.
Arriba, un canto loco, una cascada, es un pájaro.
¿Cómo de su garganta más pequeña que un dedo
Pueden caer las aguas de su canto?

¡Facultad luminosa, poderío invisible,
Torrente de la música en las hojas,
Conversación sagrada!

Limpio, lavado, fresco es este día, sonoro como cítara verde.
Yo entierro los zapatos en el lodo, salto los manantiales, una espina me muerde
Y una ráfaga de aire como una ola invisible se divide en mi pecho.

¿Dónde están los pájaros? ¿Fue tal vez ese susurro en el follaje,
O esa huidiza bola de pardo terciopelo, o ese desplazamiento de perfume?
¿Esa hoja que desprendió el canelo fue un pájaro?
Ese polvo de magnolia irritada, o esa fruta que cayó resonando, ¿eso fue un vuelo?
Oh, pequeños cretinos invisibles, pájaros del demonio,
¡Váyanse al diablo con su sonajera, con sus plumas inútiles!

Yo que sólo quería acariciarlos, verlos resplandeciendo,
No quiero en la vitrina ver los relámpagos embalsamados,
Quiero verlos vivientes, quiero tocar sus guantes de legítimo cuero,
Que nunca olvidan en las ramas, y conversar con ellos en los hombros
Aunque me dejen como a ciertas estatuas, inmerecidamente blanqueado.

Imposible. No se tocan, se oyen como un celeste susurro o movimiento,
Conversan con precisión, repiten sus observaciones,
Se jactan de cuanto hacen, comentan cuanto existe,
Dominan ciertas ciencias como la hidrografia
Y a ciencia cierta saben donde están cosechando cereales.

Ahora bien, pájaros invisibles de la selva, del bosque, de la enramada pura,
Pájaros de la acacia y de la encina, pájaros locos, enamorados, sorpresivos,
Cantantes vanidosos, músicos migratorios, una palabra antes de volver
Con zapatos mojados, espinas y hojas secas a mi casa:

Vagabundos, os amo libres, lejos de la escopeta y de la jaula, corolas fugitivas,
Así os amo, inasibles, solidaria y sonora sociedad de la altura,
Hojas en libertad, campeones del aire, pétalos del humo,
Libres, alegres, voladores y cantores, aéreos y terrestres,
Navegantes del viento, felices constructores de suavísimos nidos,
Incesantes mensajeros del polen, casamenteros de la flor, tíos de la semilla,
Os amo, ingratos: vuelvo feliz de haber vivido con vosotros un minuto en el viento.


Al acabar de comer empezó a caer la lluvia que llevaba rato amenazando, pero fue durante poco tiempo y no impidió que cada grupo hiciera la actividad que le faltaba.

Tomamos la cañita final, vuelta a Salamanca y cada mochuelo a su olivo.



Fotografías de Alberto Hernández y Francisco Labrado.

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