lunes, 11 de abril de 2016

Crónica: de Aldea del Obispo a Almeida

El pasado tres de abril, tal y como estaba programado en el calendario del 2016 de ANDA YA, un nutrido grupo de senderistas salimos a las 8 de la mañana de Salamanca para dirigirnos a la pequeña localidad de Aldea del Obispo. El viaje es cómodo, pero en algunos momentos la lluvia es fuerte. Llegamos por la autovía de Castilla (A-62) hasta la frontera de Portugal. A la altura de la iglesia de Fuentes de Oñoro tomamos la carretera SA-CV 49 para llegar al Hotel Domus Real Fuerte de la Concepción tras recorrer 11 kilómetros por una carretera sin tráfico y bien arreglada.
El personal del Hotel nos atendió con la amabilidad y eficiencia que le caracteriza y nos sirvió un buen café. En las propias instalaciones del hotel comenzamos la visita guiada a la fortaleza, una maravilla de la arquitectura militar del siglo XVIII, inspirada en las innovaciones ideadas por Vauban, ingeniero militar al servicio de Luis XIV que revolucionó la táctica militar en las últimas décadas del siglo XVII. El fuerte fue volado por órdenes de Wellington para evitar que pasara a dominio francés durante la Guerra de la Independencia. La fortificación quedó muy dañada por las explosiones. Las esquinas de los baluartes y partes de los revellines quedaron muy estropeadas, pero la estructura general se mantuvo en pie, pese al bombardeo y las minas.
Recorrimos la plaza de armas. Desde lo alto de las murallas disfrutamos de las hermosas vistas del entorno primaveral. Nos asomamos al “pozo de escucha” que se conserva en la actual recepción del hotel, en otro tiempo revellín del cuerpo de guardia, anduvimos por el foso, por el camino cubierto, nos detuvimos a contemplar las ruinas de las viejas caballerizas y exploramos los restos del viejo Fuerte de San José.
Terminada la visita, con un cielo que amenazaba lluvia, cruzamos el Río Turones, que hace de frontera entre España y Portugal y nos dirigimos a Almeida por el camino que en 1737 recorrió el matemático Torres Villarroel para ir de Salamanca a Santiago de Compostela. La primera población portuguesa es Vale da Mula. A la salida del pueblo, a la altura del cementerio giramos a la derecha y caminamos por una cómoda pista de tierra que nos lleva a la orilla del Río Seco, el cual cruzamos por un pontón. Para entonces ya hemos tenido ocasión de sufrir los efectos de algunos chubascos que nos han obligado a cubrirnos con paraguas e impermeables.
Cuando llevamos algo menos de tres horas de caminata contemplamos la bella vista de Almeida, villa amurallada en la que entramos por la puerta de San Francisco. Estamos en Portugal, es una hora menos que en España, pero es la hora del “almoço” para nuestros vecinos portugueses, así que toca elegir restaurante entre la extensa oferta gastronómica de la villa. En todos los establecimientos se sirven los buenos platos de la cocina portuguesa, destacando entre todos ellos las diversas formas de preparar el bacalao.
A las cinco de la tarde (hora española) nos volvemos a agrupar para hacer un recorrido por la fortificación de Almeida, la cual posee una planta de estrella de 12 puntas, es decir un hexágono doble. Es una de las fortalezas más importantes de Portugal, construida tras la sublevación portuguesa de 1640 para defender su independencia frente a las pretensiones de la Monarquía Hispánica de devolverla a su obediencia.
Durante el recorrido prestamos especial atención a las casamatas, actual sede del interesante Museo de Historia Militar. Así como al Picadero del Rey, que en otro tiempo fue tren de artillería y donde hoy se crían magníficos caballos de raza portuguesa y se muestran carruajes, coches y motos antiguas.
A las 7 de la tarde emprendimos el regreso a Salamanca, pero con la intención de volver el último fin de semana de agosto cuando en Almeida se recrea el sitio llevado a cabo por las tropas napoleónicas en 1810.






Fotografías de Alberto Hernández, José Luis GarcíaIsidro HuertaMercedes MoroBeatriz Ojanguren.

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