jueves, 2 de julio de 2015

Crónica: Sierra de Cadalso y Valle del Árrago

A la hora establecida todas las personas que se habían apuntado (27) estaban presentes, por lo que pudimos salir con puntualidad. La mañana estaba agradable, los cielos despejados permitiendo observar con nitidez las sierras más lejanas y en las más cercanas, como la de Béjar, comprobar que no quedaba ni un atisbo de nevero.

Llegados a Cadalso a la hora prevista, recorriendo sus calles camino del inicio (partimos de 441 metros), pudimos ver la casa de caza y citas de Alfonso XI. Tras los cafelitos de rigor, acompañados en algún caso por dulces caseros típicos de la zona, con la vista puesta en La Almenara, comenzamos la ascensión con buen ánimo, por buenos caminos, agradable sombra y compañía. Inicialmente, junto a olivares bien cuidados y a medida que íbamos ascendiendo, más abandonados. Al abandonar el camino que lleva a Torre de Don Miguel y seguir subiendo, el camino se transformó en senda,  más arriba en sendero, pasando a trocha, hasta prácticamente desaparecer.



El calor iba aumentando y nosotros ascendiendo, aunque las paradas "de reagrupamiento" todavía las hacíamos a la sombra de robles y pinos.

Llegados al límite del bosque (780 metros), se plantearon dos opciones: quedarse a la sombra, sentados en una tapia muy apropiada o seguir subiendo eliminando toxinas bajo el sol, hasta llegar al pico de La Almenara. Ambas opciones tuvieron similar éxito.



Los que decidieron quedarse supongo que se lo pasaron bien charlando y viéndonos desaparecer cuesta arriba. Los que optamos por subir también lo pasamos entretenidos, eligiendo entre las muchas opciones que el boceto de sendero ofrecía. El horario se seguía cumpliendo y alrededor del mediodía estábamos arriba (1.001 metros). El esfuerzo mereció la pena: la sombra de la torre, el airecillo que corría y las vistas, no incitaban a salir al sol para iniciar el descenso.


Finalmente, el ansia por reunirnos con los compas que se quedaron más abajo nos impulsó a saltar la verja invisible que separaba la sombra del sol y en un rápido descenso reagruparnos. Formada la piña, una vez reconfortadas, con el milagroso bálsamo de romero, las piernas de los que decidieron subir más frescos, y rehidratados todos, comenzamos la andadura hacia nuestro segundo objetivo: el baño tras paradiña previa.

Bordeando el bosque, iniciamos la bajada, al principio suavemente y luego no tanto, especialmente llegando a Aroche donde hicimos una parada para, gracias a la amabilidad de Julio, reaprovisionarnos de agua y siguiendo su consejo tomar un atajo, que cumplió con lo que de estos se dice.

Llegando al pueblo, con 36º a la sombra, se optó por no seguir por los encajonados callejones (o cañones), desviándonos hasta el pueblo, dónde los más ansiosos por refrescarse externamente no pararon, y otro grupo se detuvo a recuperar iones, en una terraza a la sombra con vistas a la Bolla Chica, la Grande y la Sierra de los Ángeles. Juan, gracias por la invitación.

Con renovadas fuerzas y pasando por uno de los primeros molinos de aceite, continuamos la bajada al Río Árrago (395 metros) y darnos un recomendable y reconfortante baño en sus frescas aguas (al menos para el calor que llevábamos), llegando como nuevos a la comida, que fue abundante y buena. A los postres, Vicente nos amenizó con una dramática declamación (efectos especiales incluidos) de la elegía a Ramón Sijé. A continuación hubo diversidad de opciones: otro baño, ahora sólo por puro placer, amenas conversaciones, tranquilas siestas sobre la hierba, paseos hasta el pueblo. Y así, poco a poco concluimos la jornada y la temporada.

Fotografías de Alberto Hernández.

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