jueves, 18 de diciembre de 2014

Crónica: por los arribanzos sayagueses

En el viaje hacia Sayago, la lectura de un artículo de Suso de Toro intercalada con algunos comentarios nos permitió ir introduciéndonos en esa comarca, tan bien definida geográficamente pero tan difícil de abarcar.

Una breve parada para visitar el curioso horno Rieta la Encina y con las explicaciones de Carlos, entender cómo entre tanto granito pudo formarse esa masa arcillosa.

Cielo gris que tamizaba los colores del paisaje, alfombrado suelo verde, brillante, sin una mota de polvo, la lluvia del día anterior se había encargado de realizar el trabajo. El olor también era especialmente intenso a tomillo, a jara... y las piedras seguían asomadas, conversando, encabalgadas, amotinadas, acompañadas y solas.

Atravesando un cuidado alcornocal, cuyos rojizos troncos con la corteza húmeda destacaban aún más contra el gris del cielo, llegamos al primer mirador sobre el Duero, la presa Picote y curiosas formaciones graníticas.



Entre las siempre verdes encinas, jaras, tomillos, piornos, retamas de escoba a nuestra altura, húmedas peñas traicioneras y sin tener que alaciar a nadie, a través de un sendero apenas atisbable, sino hubiera sido por los mojoncitos pacientemente colocados en la previa (hitos para futuros caminantes), descendimos hacia el Arroyo La Setera que, a pesar de las lluvias de días precedentes, pudimos atravesar sin mayor dificultad. Un suave ascenso hasta llegar a una majada y un chivitero, donde parar a regojiar y con fuerzas recuperadas ascender un poquito más, hasta alcanzar un despejado camino.

Desechada la opción de seguir un atajo, que le hubiera dado emoción aunque también mayores dificultades (señalado queda para realizarse en pequeño grupo), seguimos a buen paso hasta alcanzar el valle de Fuente Rodillo y coger la autopista del senderismo de la zona, el GR-14. Así pudimos llegar rápidamente al Asomadero (explicativa palabra) de los Regatos y tras las fotos de rigor descender con alguna dificultad al Picón Uña, deleitarnos un buen rato con los espectaculares arribanzos y el vuelo de decenas de grandes rapaces y, acercándonos al Testero del Burro observar la cascada del Arroyo de la Rivera.

La hora que se iba llegando y la suave llovizna que comenzaba a caer, animó el ascenso y aligeró el paso para, entre paredes que cercan cortinos, llegar a nuestro destino, donde José y Loli de La Alquería de Mámoles con la colaboración de vecinos del pueblo, miembros de la Asociación Ribas Altas nos tenían preparado en un acogedor espacio, riquísima sopa, suaves garbanzos, abundante y variado plato del revolcón con sabor auténtico, tradicional, como para chuparse los dedos, sin que faltara buen vino. Tras el sorprendente postre, nos deleitamos además de con dulces y aguardiente, con las jotas acompañadas con el sonido especial, vivo a la par que antiguo, de la gaita zamorana y el tamboril, cánticos, bailes y confraternización.

Para quien quiera repetir ahí quedan los paisajes, el lugar, sus gentes y los múltiples caminos.

Gracias a todos por vuestra colaboración. Carmen y Pablo.

Fotografías de Alberto Hernández y Francisco Labrado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario