jueves, 2 de octubre de 2014

Crónica: los vados del Huebra

Salimos de Salamanca con tres bajas de la lista oficial y una persona que se pudo incorporar a última hora. Total, cincuenta y tres caminantes que, después de habernos dividido en grupos para visitar el Aula Arqueológica de Yecla de Yeltes de la mano de Ignacio, el Alcalde de la localidad y un acérrimo defensor de su patrimonio, pudimos también disfrutar con el café, las pastas y los pinchos que nos habían preparado en el Bar Nisi.

A eso de las 10:30, salimos desde la Plaza Mayor del pueblo en dirección a las cercanías de la carretera de Pozos de Hinojo, donde una marca verde y blanca sobre un apartadero de ganado indica el comienzo del camino.

Un pequeño error de cálculo sobre el mapa provocó una desviación de poco más de un kilómetro que deshicimos con toda prontitud (Felipe ofreció su GPS y comentamos la posibilidad de adquirir uno en el Club para registrar las marchas previas y evitar en lo posible este tipo de imprevistos, mucho más fastidiosos aún en zonas montañosas o intrincadas).



El resto del camino se desarrolló sin incidentes sobre un buen camino y con un tiempo ideal para este tipo de marchas. Cruzamos la carretera de Pozos de Hinojo, pasamos al lado de la planta transformadora de arsénico y avistamos a lo lejos la presa sobre el Huebra.

El Vao de Arriba invitaba realmente al baño, pero preferimos la sombra y el alivio de un pequeño tentempié bajo la vegetación de sus orillas.

Subimos y caminamos por un terreno ondulante en busca del Vao Bajo donde el agua de las últimas lluvias nos ofreció la sorpresa de tener que atravesar dando zancadas sobre las piedras de apoyo a las piedras altas del pontón. Un pelín de aventura que añadió emoción al paseo.


Y la subida final, ya buscando las cercanías del pueblo y del Castro o Lugar Viejo de Yecla.

Aquí sí hizo un poquito más de calor y era porque el sol, cuando se quitaban de encima las nubes, se mostraba picón, picón y ya eran las tres de la tarde y también picaba el hambre.

Allí mismo, a la entrada del Castro, comimos y bebimos (las frescas cervezas que nos acercaron de parte de Nisi, el del bar del pueblo) y ya descansados y restablecidos, pudimos visitar y admirar el Castro por dentro y por fuera, jugando a ver quién encontraba más grabados en sus piedras. Y cuando ya llegábamos de vuelta a la zona de piedras hincadas y a su puerta principal, empezó la lluvia...

Felices y contentos por el deber cumplido y la grata jornada transcurrida, avisamos al autocar desde los acogedores árboles que hay junto a la ermita de Santiago.

En menos de diez minutos ya estábamos todos dentro y era un verdadero espectáculo ver a la gente seca, caliente, satisfecha y adormilada, mientras el agua tamborileaba en los grandes cristales delanteros.

Fotografías de Javier Hernández y Francisco Labrado.

1 comentario:

  1. Sólo falta el comentario profesional de quien nunca falla, anímate.
    Felicidades a los guías y a quienes pudieron ir.

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